El transeúnte
Ahí va el camino suntuoso. Se despliega entre las hierbas y nace con la diferencia de que muere en el horizonte, nunca en el mar. Más austero que un río, sedimenta las piedras con la arena
Ahí va el camino suntuoso. Se despliega entre las hierbas y nace con la diferencia de que muere en el horizonte, nunca en el mar. Más austero que un río, sedimenta las piedras con la arena
Las líneas van a parar a un punto desprovisto de ojos.
Tampoco es el infinito, se juntan en vértices de pestañas.
Se vuelcan las lágrimas salpicando al colibrí del pozo.
Acontece una lluvia que solo suena envuelta en sueño.
Allá donde el recuerdo es mezcolanza de siluetas
y los jarrones reconstruyen perfiles de personas.
Cara a cara queda el espacio de nuestras manos
Si fuese todo infinita luz… interminable sombra...
Arrugas son papel y alma vieja,
rayos de tinta que entretejen
soles radiantes de primavera;
guarda proyecciones mi retina.
Tengo sed del lago vibrante donde las piedras brincan.
Agua que cae entre mis dedos y no alcanza mis labios
¿Y ahora? No respiro y no calmo mi angustia de beber.
Me voy hundiendo, mis alas nunca fueron branquias.
En los portales de los edificios siempre estaciona una barca que va depositando a los amantes que con sus besos apuran el licor de su luna de miel,
Dejé queriendo la puerta abierta,
y en la cerradura las llaves colgando.
Yo supe del rostro que a mí me mostraba
en la entrada del espejo que me reflejaba.
Cuando caigo elevas tu mirada.
Ahí arriba, en lo alto y en movimiento
Me pregunto qué de mí se fue volando
que despegó el brazo de tu cuerpo.
Con la urgencia de aquel que presiente el final de sus días, el joven jardinero cabalgó sin demora por el árido desierto; ignorando que acudía a la cita de la que tanto huía.
Eugenia Blanco Sotillo nació el 19 de septiembre de 1941 en la aldea Villalobos, situada al sur de la provincia de Jaén. A la edad de cinco años quedó huérfana de madre, de forma que ella y su hermana Fátima pasaron al cuidado de su padre, el cual nunca llegó a superar la muerte de su mujer. A raíz de este traumático hecho no tardaron el tabaco y el alcohol en hacer acto de presencia en su humilde hogar, donde comenzaron a celebrarse timbas ilegales.