La orilla del silencio.

Las palabras que con un suave gesto
no dejas que se mueran.
Hablas y hablas porque quieres que yo entienda.
Y si dejas el tono suspenso en una última sílaba…
rápidamente asiento:
aquí no llueven las palabras.

Que, si me hablas,
mi cabeza no da vueltas en una contestación.
Gira en dirección de tu mirada,
más rápida que la voz en recordar.
Y lo que me quieras mostrar lo observo,
lo disecciono con mis ojos.

Lamento que inventáramos conversaciones con monólogos.
Quiero empezar a ver y escuchar como si fueran “últimas palabras”.
Con el mar es fácil, se acerca cuando habla,
se retira cuando escucha,
y en una botella recojo los pensamientos que divagan.

Ahora, te acercas interrogando,
en busca de la orilla del silencio.
Escucho la pregunta y mi respuesta no es tu música de fondo,
es el paisaje que contemplas con sus notas perfumadas.

Más que esperar para hablar, esperabas para poder escuchar.
Así es que espero yo volver a la orilla donde hay respuestas,
pero mientras tenga la palabra estaré recibiendo de ti.
Y cuando te la ceda, será como leer un poema:
te daré todos mis sentidos.

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