El día más largo lo nubla una tormenta. Se parece a caminar entre cortinas, a no ver si no es con un velo en los ojos.
El día más largo se estremece con la lluvia, en los truenos deja cautivo su esplendor y mariposas deja al sueño del día anterior.
El día más largo cede ante la bóveda celeste. Comparte las horas con ternura y con adiós. No quiere ser ni el más largo ni el más hermoso.
El día más largo llamó a la que fuera su único amor: la corta noche que no pensó en acudir tan pronto, se recuesta entre la tenue luz de las horas compartidas.
El día más largo se superpone, se traspone o se compone, y de lo que sobra se lo entrega a la efímera noche… que revive con la lenta muerte de un beso tras las nubes.